Aún no habían terminado los aplausos del público para la intervención del pianista Uri Caine cuando Paolo Fresu se llevó su fliscorno a los labios y lanzó al aire las primeras notas de su solo. Fueron unas notas largas, mantenidas, que parecían no terminar nunca. Sentado en su silla y con las piernas cruzadas aumentó la intensidad de sus frases, como si estuviera elevándose impulsado tan solo por el aire que surgía de su instrumento.
Había estado fotografiando con mi teleobjetivo unos primeros planos de Fresu pero para captar lo que en ese momento estaba viviendo opté por cambiar a un gran angular. Quise, con ello, reflejar toda la atmósfera que en ese momento se respiraba sobre el escenario.
Paolo Fresu y Uri Caine no parecian necesitar del apoyo de otros instrumentistas, su complicidad musical nos había hecho olvidar lo inusual de su formación, un trompetista acompañado tan solo por un pianista, prescindiendo del resto de la sección rítmica.
Cogí mi cámara y me acerqué al escenario, en aquel instante nadie estaba tomando imágenes, ya habían pasado esos momentos iniciales de un concierto en el que todos los fotógrafos nos avalanzamos sobre los músicos cruzando las ráfagas de nuestros disparos como si de una batalla se tratara.
Me encaramé todo lo que pude sobre el escenario para así estar más cerca de Paolo. Tenía el pecho y los codos apoyados sobre la tarima de forma que podía sentir los latidos de mi corazón, que en ese momento eran tan fuertes, que provocaban que mi cámara se moviera arriba y abajo.
Los focos proporcionaban suficiente luz de modo que pude enfocar perfectamente en su cara. Elegí un diafragma f/8, lo suficientemente cerrado para tener una buena profundidad de campo, y que además consigue muy buenos resultados en la distancia focal de 17 mm. con la que estaba trabajando. Ajusté el ISO de la cámara en 3200 y la velocidad a 1/60 s. y comencé a disparar.
Estaba tan cerca de él que tuve miedo de que el sonido del obturador pudiera molestarle. Tengo el recuerdo de que pese a estar en un concierto había en la sala un enorme silencio. A medida que hacia más fotos, concentrado en escudriñar la escena por el visor, comencé a tener la sensación de que sólo aquel músico y yo estábamos allí. Llegué a olvidarme de los cientos de personas que se encontraban a mi espalda y comencé a disfrutar con esa sensación, tan irreal como única, que proporciona contemplar una escena a través de una cámara.
Recuerdo que a la mañana siguiente no pude contener las ganas de ver impresa alguna de las imágenes que había tomado y me acerqué hasta el laboratorio. Al ver esta fotografía de Paolo Fresu sentí una mezcla de satisfacción y emoción. Satisfacción por haber conseguido reflejar el ambiente que se vivió en aquel concierto y emoción cuando volvieron a mi mente los recuerdos de aquella escena que tuve el privilegio de presenciar como espectador de lujo, gracias a mi cámara.
F. Sanchoyarto